sueño de semana por la noche.

-¿Me amas?- -Claro cariño, sabes que siempre te he amado.- respondió con tono alegre. Conocía bastante bien la respuesta. siempre lo supo, pero le gustaba escucharo. -¿Porque te casaste conmigo?- -Porque tienes la carita de ángel.- Sonrió. Al cabo de un rato aterrizó a la rutina. -Es tarde corazón, debo levantarme.- -Bueno mio, yo prepararé el desayuno. ¿Que quieres que te prepare?.- -Tostadas, como todos los sábados.- Se levantaba como de costumbre a las siete y media de la mañana a soltar las ovejas del corral para que salieran a pastar, y se dedicaba a observarlas hasta que estaban rellenitas y satisfechas. el pasto de la madrugada era mucho mas sabroso que cualquier otro pasto, y en especial los hubicados en esos cerros. Toda su vida la vivió ahí, pero no desde un principio. Antes vivía en pleno centro urbano, hasta que un día se aburrió y se marchó con su mujer. Fué una desición que tomaron juntos, por lo que se acomodaron bastante bien al entorno rural. Vivían como en un cuento de hadas y principes... mas bien, en un libro de poesía. Se dignaba a caminar horas y horas por los campos que había pagado con tanto esfuerzo: comenzaba por pasear la yegua, limpiaba el corral, recolectaba las fecas de conejo (que bastante molestosas eran a la hora de caminar), ordeñaba la burra, y así podía pasarselas horas y horas, hasta que su mujer lo llamaba a merendar. Se limpiaba bien las botas antes de entrar (o el regaño por manchar las alfombras con barro no se la quitaba ni el más grande de las divinidades). Se lavaba las manos dos veces para sacar el olor a animal de sus ropas, se perfumaba y cambiaba su camisa. -¿Que has cocinado para mí?.- -Cierra los ojos y prueba una cucharada... .- los cerró para hacer la sopresa aún mas grande y le contestó sonriendo: -esque tu no te cansas de regalonearme. he vivido 57 años junto a tí y aún siento que no termino de conocerte: te amo.-